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Tanto has pecado, Jerusalén,
que todos te desprecian.
Los que antes te admiraban
hoy se burlan al verte en desgracia.
¡Ahora derramas lágrimas,
y avergonzada escondes la cara!

¡Asombrosa ha sido tu caída!
¡No hay nadie que te consuele!
Jamás pensaste en llegar a ser
tan despreciada,
y ahora exclamas:
«Mis enemigos me vencieron.
¡Mira, Dios mío, mi aflicción!»

10 Dueño de todas tus riquezas
es ahora tu enemigo.
Tú misma viste entrar en el templo
gente de otros pueblos,
aunque Dios había ordenado
que no debían entrar allí.

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